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Simplificando el estrés

Por el Dr. Phil Maffetone

Traducción de Ester Galindo

 

El estrés nos afecta tan profundamente que ­-por increíble que parezca-, puede echar por tierra todos nuestros esfuerzos por mantenernos sanos, aún cuando estemos haciendo todo lo correcto en cuanto a alimentación y ejercicio. Los períodos prolongados de estrés excesivo pueden contribuir de manera directa, y muy significativa, a generar múltiples trastornos: desde una peor calidad de vida hasta enfermedades tan graves como el cáncer, las patologías cardiacas, el alzhéimer y muchas más. El estrés contribuye a la fatiga, las infecciones víricas y bacterianas, las enfermedades inflamatorias, los problemas de glucemia, el exceso de peso, los trastornos intestinales, las cefaleas y tantos otros problemas físicos. Las dolencias relacionadas con el estrés constituyen más del 75 por ciento de todas las visitas que se registran en atención primaria y son la causa de que, cada día, millones de personas necesiten ausentarse del trabajo o los estudios. Es decir, el estrés tiene un precio material asociado, además de pasar factura a nuestra salud.

Charles Darwin ya afirmó en su día que “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios”. Hoy día, podemos decir que estamos adaptados cuando somos capaces de tirar adelante.

Es importante recordar que un cierto grado de estrés forma parte de la vida y la salud, mientras que el estrés excesivo tiene consecuencias. El cuerpo dispone de un potente mecanismo para lidiar con el estrés: las hormonas de las glándulas suprarrenales y el correspondiente funcionamiento del sistema nervioso. Pero cuando las glándulas suprarrenales se sobrecargan, pueden aparecer trastornos en cualquier parte del cuerpo.

A fin de simplificar el tema, aquí veremos los tres tipos básicos de estrés: físico, químico y mental/emocional, los cuales pueden tener múltiples efectos. Además, cada persona responde de manera diferente a las distintas combinaciones de estrés.

Estrés físico

El estrés físico es cualquier tensión en el cuerpo mecánico. Sobrecargar la musculatura es un ejemplo de estrés físico. Un leve estrés físico, en cambio, es lo que hace que el ejercicio resulte beneficioso y es lo que demuestra que un cierto grado de estrés puede, de hecho, resultar beneficioso para la salud. Sin la debida recuperación, un estrés físico excesivo puede causarnos múltiples problemas. Otro ejemplo de estrés físico es llevar un calzado que no se adapte bien a nuestros pies. Aunque no sientas ninguna molestia al llevarlo, un mal calzado puede acarrearte problemas en cualquier parte del cuerpo. Asimismo, el estrés dental puede afectarte más allá de la boca y provocarte dolor en el estómago, los hombros, el cuello o la cabeza. Otros ejemplos de estrés físico son: una mala postura, tensión en los ojos y otras muchas situaciones que afectan nuestro cuerpo a nivel mecánico. El estrés físico puede dar pie tanto a problemas físicos como químicos y mentales/emocionales.

Estrés químico

Las sustancias químicas de cualquier tipo pueden alterar la química de nuestro cuerpo y causarnos estrés. Esto incluye cualquier desequilibrio nutricional y dietético (como un exceso o una carencia de alimentos o nutrientes), un exceso de cafeína o drogas y la ingesta de sustancias químicas a través del agua o la comida. Otras fuentes de estrés químico se hallan en el aire que respiramos: siendo fumadores pasivos, por la contaminación del aire y tantas otras situaciones. El estrés químico puede provocar indigestión, fatiga, insomnio e incluso problemas físicos y emocionales.

Estrés mental y emocional

El estrés mental y emocional es el tipo de estrés que nos resulta más familiar. Suele manifestarse con tensión, ansiedad y depresión. El estrés mental puede provocar dolor, cuadros de ansiedad o depresión y pérdida de entusiasmo o motivación, además de problemas físicos y químicos. El estrés mental también afecta nuestra capacidad cognitiva, así como nuestra percepción sensorial, aprendizaje, formación de conceptos y toma de decisiones.

Este tipo de estrés puede llegarnos por cualquier vía: el trabajo, la familia, otras personas, nuestras propias emociones, infecciones, reacciones alérgicas, traumas y esfuerzos físicos, e incluso el clima.

Por lo general, las personas sufrimos estrés en más de un área y, con frecuencia, de los tres tipos. Y el estrés es acumulativo. La respuesta a un estrés físico, experimentado en la carrera del fin de semana, puede verse amplificado por el estrés químico del lunes (demasiado café y comida poco saludable) y por el estrés mental debido a un tema familiar el martes y una discusión con el jefe el miércoles. Todo esto afectará tu rendimiento en esa reunión tan importante que tienes el viernes.

También el clima puede ser un elemento estresante y algunas personas son especialmente sensibles a este. El tiempo meteorológico puede afectarnos tanto físicamente como química o mentalmente. Una temperatura o humedad extremas, una presión barométrica muy baja y el Sol constituyen factores de estrés. El Trastorno Afectivo Estacional (TAE) es un buen ejemplo de cómo el clima en determinadas épocas del año (normalmente, en otoño e invierno) pueden causar estragos en muchas personas.

Algunas personas acumulan tal cantidad de estrés, que al final ni siquiera son conscientes de ello. Y esto les causa todavía más estrés. Lo primero que necesitamos hacer ante el estrés es tomar conciencia del mismo. ¿El remedio? Escribirlo.

Elabora tu lista de estresores

Tomar conciencia de cuál es tu nivel de estrés físico, químico y mental constituye un gran paso hacia una mejor salud. Te será más fácil reducir o eliminar estresores concretos, si los escribes en una hoja de papel. Traza tres columnas, una para cada tipo de estrés: físico, químico y mental. En cada categoría, anota las cosas que te generan estrés. Puede que te lleve varios días completar la lista, ya que suele costarnos discernir qué es lo que nos estresa. Una vez hecha la lista, ordena los elementos y pon los de mayor peso arriba del todo de cada categoría. A continuación, dedícate a reducir o eliminar los estresores uno por uno. O, si te sientes capaz, trabaja en un estresor de cada categoría a la vez. Si reduces o eliminas de tu vida todo lo innecesario que te causa estrés, tu cuerpo podrá sobrellevar mejor cualquier otro elemento estresante que ahora mismo no puedes cambiar.

Cuando elabores la lista, marca con una estrella aquellos estresores sobre los que tú tienes control. Entre estos puede haber: hábitos alimentarios poco saludables (comer con prisas o saltarte comidas), tomar demasiado café o no realizar ejercicio físico.

Tacha aquellos factores de estrés sobre los que no tienes ningún control. Si ahora no puedes hacer nada para eliminarlos, de momento no te preocupes por ellos. Muchas personas invierten un montón de energía en estresores que no pueden (o no van) a cambiar. Puede tratarse del trabajo o del clima… aunque, en realidad, casi cualquier tipo de estresor puede modificarse o eliminarse: es más una cuestión de hasta dónde estás dispuesto a llegar para gozar de una buena salud. Al cabo de un tiempo es posible que quieras reconsiderar algunos de los elementos que tachaste. Te darás cuenta de que cambiar de trabajo es una necesidad; o que precisas trasladarte a vivir a un lugar cuyo clima beneficie tu salud.

En cuanto puedas “ver” tu lista de estresores sobre el papel, te resultará más fácil manejarlos. Empieza por los elementos marcados con la estrella porque son los que tú puedes controlar, lo cual no significa que vaya a ser fácil. Marca con un círculo los 3 estresores de más peso de entre los marcados con la estrella y empieza a trabajar sobre ellos. Seguramente puedes mejorar algunos y eliminar otros totalmente. Algunos requerirán que cambies de hábitos. Es una tarea ingente, pero te reportará grandes beneficios. Cuando hayas logrado eliminar o modificar esos estresores, táchalos de la lista y marca con un círculo los siguientes 3 factores más estresantes, de modo que siempre tengas 3 en los que trabajar.

Además de elaborar esta lista, seguramente conoces otras estrategias para lidiar con el estrés y no las estás usando. He aquí un recordatorio:

  • Aprender a decir «no” cuando te pidan hacer algo que realmente no deseas hacer. Pregúntate si realmente quieres hacerlo.
  • Opta por no perder más tiempo preocupándote por el pasado o el futuro. No digo que ignores el pasado y que no planees tu futuro. Simplemente, vive en el presente.
  • Aprende algunas técnicas de relajación y realízalas con regularidad. La más potente de todas es el power break (respirar profundamente 10 veces seguidas, contando hasta 5 al inspirar y hasta 7 al espirar). Un paseo tranquilo, a solas contigo mismo, también puede ser una muy buena forma de relajarte.
  • Cuando estés preocupado por algo, háblalo con alguien en quien confíes.
  • Simplifica tu vida. Empieza por eliminar lo superfluo. Pregúntate: “¿Es esto realmente importante?”
  • Prioriza tu atestada agenda: haz las cosas más importantes primero, pero no dejes de lado aquello que te da placer. Antes de saltar de la cama por la mañana, pregúntate: “¿Qué cosas voy a hacer hoy para divertirme?»
  • Define tu pasión y dedícate a ella.

Lo peor del estrés es que, cuando es excesivo, afecta al descanso. O para ser más precisos, para recuperarnos de un estrés excesivo necesitamos descansar más. Si no descansas lo suficiente, durmiendo tus horas, los efectos del estrés seguirán acumulándose. Una de las preguntas que debes hacerte es si estás durmiendo lo suficiente, teniendo en cuenta el grado de estrés que sufres. Como verás, uno de los síntomas del exceso de estrés es el insomnio.

Las glándulas suprarrenales

Da igual el tipo de estrés que sufras a lo largo de tu vida —ya sea físico, químico o mental/emocional—, tu cuerpo dispone de un mecanismo eficiente para lidiar con él. Esta es la importante función que realizan las glándulas suprarrenales. En la parte superior de cada riñón hay una de estas pequeñas glándulas, que colaboran con el sistema nervioso para activar los mecanismos de regulación del estrés, como las reacciones de “lucha o huida”. Las glándulas suprarrenales llevan a cabo su tarea fabricando determinadas hormonas, las cuales no sólo resultan cruciales para sobrellevar el estrés y gozar de un óptimo rendimiento físico, sino también para sustentar la vida misma. Estas hormonas contribuyen a regular el estrés, el sexo y la reproducción, el crecimiento, el envejecimiento, la reparación celular, el equilibrio de los electrolitos y el azúcar en sangre.

También el sistema nervioso ayuda a sobrellevar el estrés. Lo hace mandando mensajes a través del cerebro y el sistema nervioso, y mediante otras dos importantes hormonas del estrés: la epinefrina y la norepinefrina.

El cortisol es la principal hormona del estrés de las suprarrenales, y suele medirse con un simple análisis de sangre o de saliva. Cuando tu cuerpo sufre un elevado nivel de estrés, el cortisol puede aumentar drásticamente; pero una vez superada la situación de estrés, el cortisol baja a niveles normales. En estados de estrés crónico —cuando el estrés es sostenido e ininterrumpido—, el cortisol puede alcanzar niveles peligrosos: puede perjudicar seriamente el cerebro, sobre todo la memoria, causar problemas de glucemia, bloquear el metabolismo de las grasas, causar trastornos intestinales e inhibir la función inmune hasta dejar el cuerpo indefenso ante los resfriados, la gripe y cualquier tipo de infección. El estrés sostenido en el tiempo puede provocar un colapso de la función suprarrenal, que conlleva una drástica reducción en la producción de hormonas. En este estado, los niveles de cortisol bajan peligrosamente, junto con otras hormonas fabricadas por las suprarrenales.

Las hormonas sexuales -como los estrógenos, la progesterona y la testosterona-, son también hormonas suprarrenales muy importantes, pues contribuyen a mantener un óptimo funcionamiento sexual y una buena salud reproductora en hombres y mujeres. Las glándulas suprarrenales también fabrican dehidroepiandrosterona, o DHEA, que es la precursora de los estrógenos y la testosterona.

Síndrome General de Adaptación (SGA)

Nuestro conocimiento sobre el estrés y la función suprarrenal se remonta a principios del siglo xx, cuando el famoso investigador Hans Selye comenzó a recopilar los signos más habituales de la fatiga suprarrenal. Entre estos se cuentan el engrosamiento de la glándula suprarrenal, un sistema inmune deprimido y trastornos intestinales. Selye acabó demostrando cómo reaccionan las suprarrenales al enfrentarse a un estrés excesivo. Este Síndrome General de Adaptación presenta tres fases bien definidas:

Fase 1: La primera fase empieza con la reacción de alarma, en la cual se da un aumento de la producción de hormonas suprarrenales. Es un intento de las suprarrenales por combatir el mayor grado de estrés. Si lo consiguen, la función suprarrenal vuelve a su estado normal. Durante esta fase pueden darse varios síntomas leves: momentos de cansancio durante el día, alergias leves o incluso alguna molestia en la espalda, la rodilla o el pie. Si las suprarrenales no logran combatir el estrés y este se prolonga, entran en la segunda fase, llamada fase de resistencia.

Fase 2: Durante esta fase, las glándulas suprarrenales aumentan de tamaño. Es lo que conocemos como hipertrofia. Como la mayor producción de hormonas de la primera fase no logró combatir el estrés, las glándulas se agrandan en un intento de fabricar todavía más cortisol con el mismo fin. Durante esta fase pueden aparecer otros síntomas más acusados: fatiga, insomnio y un dolor más agudo en espalda, rodilla y pie. La mayoría de las personas con problemas de estrés se encuentran bloqueadas en esta fase. Pero si el estrés persiste sin control, las suprarrenales pueden entrar en la tercera fase, llamada fase de agotamiento.

Fase 3: Si la persona entra en esta fase, se siente exhausta. Las suprarrenales no logran adaptarse al estrés y son incapaces de fabricar niveles adecuados de hormonas, incluido el cortisol. La persona suele estar gravemente enferma; física, química y mentalmente enferma.

 

¿Estás estresado?

La fatiga suprarrenal constituye un problema habitual. Suele ser el resultado de unas glándulas suprarrenales crónicamente sobreestimuladas, en algunos casos hasta la extenuación. Popularmente, decimos que estamos estresados. Si se debe al trabajo, lo llamas “burnout”, mientras que hace unos años hablábamos de «crisis nerviosa” o “ataque de nervios”. Si eres deportista, lo conocerás como “sobreentrenamiento». Independientemente del nombre, el problema es el mismo: una disfunción suprarrenal con serias implicaciones para la salud y la forma física, que pueden mermar la calidad de vida de la persona.

A continuación damos una lista de los 10 síntomas más habituales de la fatiga suprarrenal. Anota aquellos que puedas aplicarte. Puede que sean el resultado de otros desequilibrios en tu cuerpo, pero todos juntos conforman los síntomas más habituales de la disfunción suprarrenal.

  • Baja energía. Sobre todo por la tarde, aunque puede ocurrir en cualquier momento del día. Puede ser fatiga física, mental o ambas. Cuando las suprarrenales están demasiado estresadas, el cuerpo usa más azúcar para generar energía y no puede acceder a la grasa con tanta facilidad. Esto puede limitar la energía.
  • Te mareas al levantarte. Al levantarte de una silla o de la cama, la sangre no llega lo bastante rápido a la cabeza y te mareas. Comprueba tu tensión echado e inmediatamente después de levantarte. Si sufres disfunción suprarrenal, verás que la tensión sistólica no aumenta con normalidad. Estando de pie debería ser unos 6 u 8 mm más alta.
  • Tus ojos son sensibles a la luz brillante. La fatiga suprarrenal suele causar una alta sensibilidad a la luz. Puede que necesites llevar gafas de sol o tienes dificultad para ver al conducir de noche, debido a los faros de los otros coches. Quizá incluso pienses que sufres de mala visión nocturna. Algunas personas notan cómo mejora su visión al mejorar su función suprarrenal.
  • Asma y alergias. Tanto si se trata de asma inducido por el ejercicio, alergias alimentarias o alergias estacionales, todos son síntomas similares de una disfunción suprarrenal.
  • Desequilibrio mecánico. Problemas en lumbares, rodilla, pie y tobillo suelen relacionarse con trastornos suprarrenales. Son áreas que se vuelven mecánicamente inestables y dan síntomas como dolor lumbar, ciática y una pronación excesiva del pie, que termina causando problemas en tobillo y pie.
  • Síndromes relacionados con el estrés. Los problemas que conocemos como burnout, estrés, sobreentramiento y crisis nerviosa casi siempre se deben a un agotamiento de las suprarrenales.
  • Estrés debido a problemas de glucemia. Cuando hay disfunción suprarrenal, el cuerpo no es capaz de controlar el azúcar en sangre. Algunos de los síntomas son: constante sensación de hambre, irritabilidad antes de las comidas (o si estas se retrasan) y fuertes antojos de dulces y cafeína.
  • Muchas personas con disfunción suprarrenal se duermen enseguida (a menudo porque están agotadas) pero se despiertan en mitad de la noche y les cuesta volver a dormirse. Esto puede deberse a un alto nivel de cortisol en sangre en el momento inadecuado (el cortisol debería estar bajo durante las horas de sueño). Muchas personas dicen despertarse por la noche porque necesitan ir al baño. Pero, por lo general, es el problema suprarrenal lo que las despierta y, luego, sienten la necesidad de ir al baño.
  • Disminución del deseo sexual. Este es un síntoma habitual de la disfunción suprarrenal y se debe a unos bajos niveles de la hormona DHEA, que es la que produce estrógenos y testosterona. (Los bajos niveles de estas hormonas también pueden afectar negativamente los huesos y la musculatura, que pierden fuerza.)
  • Trastorno Afectivo Estacional (TAE). Este es un problema habitual, sobre todo en otoño e invierno. A medida que las horas de luz disminuyen y la temperatura baja, muchas personas caen en un leve estado de hibernación. El metabolismo se ralentiza y el cuerpo y la mente se vuelven perezosos, a veces incluso se entra en un estado depresivo leve o moderado.

Reconocer estos 10 síntomas habituales de la disfunción suprarrenal puede serte útil para autoevaluarte. Llegado el momento, puedes pedir a tu médico un análisis de tus niveles hormonales. Lo mejor para conocer el estado de las suprarrenales es medir el cortisol y la DHEA a lo largo de todo un día.

Siendo consciente de los síntomas de la fatiga suprarrenal, ya puedes realizar algunos cambios en tu estilo de vida para mejorar el funcionamiento de estas glándulas y, seguramente, solucionar algunos de tus problemas. Más arriba ya hablamos de la importancia de elaborar una lista de estresores. Ahora veamos algunos factores más con los que podemos mejorar la función suprarrenal: dieta, ejercicio físico y hábitos de vida.

Dieta y fatiga suprarrenal

Uno de los aspectos dietéticos más importantes, que se relacionan con la fatiga suprarrenal, es el consumo de carbohidratos refinados y azúcares. Esto incluye todos los azúcares que vienen ocultos en muchos alimentos. ¿Cuánto es demasiado? Realiza el test de las 2 semanas, si no lo tienes claro.

La cafeína es, también, una fuente habitual de estimulación suprarrenal: y este es, precisamente, el motivo por el que la gente lo toma. El café, el té y los refrescos de cola son las principales fuentes de cafeína. Si tienes un problema suprarrenal, vigila tu ingesta de cafeína. Aquí lo importante es que cada cual escuche su cuerpo lo más objetivamente posible para determinar cuánta cafeína puede tolerar.

Desayuna siempre alimentos saludables: algo de proteína y nada de carbohidratos refinados. Los huevos suelen constituir el pilar de un desayuno ideal.

Las personas con fatiga suprarrenal suelen necesitar picotear algo entre las tres comidas principales, incluso cada 2 horas en los primeros días de su recuperación. Lo importante es que tomen tentempiés saludables: alimentos bajos en hidratos de carbono, como almendras y anacardos sin sal, queso, hortalizas y huevos duros. Evita tomar zumo de frutas.

Nutrientes para la fatiga suprarrenal

Tus necesidades nutricionales pueden variar cuando sufres fatiga suprarrenal. Ahora se trata de ayudar a tu sistema inmune, intestinos y glándulas suprarrenales. Como el sistema hormonal es muy complejo, lo más aconsejable es que consultes con un profesional de la salud para corregir cualquier desequilibrio hormonal. A continuación tienes algunas necesidades nutricionales que quizá necesites suplementar.

Para muchos tipos de fatiga suprarrenal, sobre todo aquellos que causan insomnio, el zinc puede resultar útil. Los estudios demuestran que este importante mineral puede ayudar a rebajar los niveles de cortisol en sangre. Tomado justo antes de ir a la cama, el zinc contribuye a mejorar el sueño. Si notas un sabor metálico en la boca significa que estás tomando demasiado zinc. Ve con cuidado.

La colina es un nutriente que las personas con estrés suprarrenal suelen necesitar, en parte debido a la relación de la colina con el sistema nervioso. Aquellas personas que no paran en todo el día y que siempre están intentando haciendo demasiado pueden beneficiarse mucho de la colina. Pequeñas dosis varias veces al día pueden ser de gran ayuda. La mejor fuente de colina en la dieta son las yemas de huevo.

Las personas con asma suelen necesitar todavía más colina.

La disfunción intestinal casi siempre acompaña a la fatiga suprarrenal.

Ejercicio y fatiga suprarrenal

Por lo general, la actividad aeróbica suave resulta beneficiosa para todo el mundo, excepto para aquellas personas que se hallan en la última fase del agotamiento suprarrenal.  En este caso, el descanso puede ser prioritario hasta que la función suprarrenal empiece a mejorar. El ejercicio anaeróbico puede empeorar los problemas suprarrenales en cualquier fase.

Si no estás practicando deporte, caminar suave de 20 a 30 minutos, cinco veces por semana, constituye una excelente terapia para las suprarrenales. Si ya realizas ejercicio, mantén el ejercicio aeróbico suave, como caminar. Así fortalecerás las pequeñas fibras musculares aeróbicas, por lo que potenciarás la quema de grasas y mejorarás la circulación sanguínea, dos factores que contribuirán a mejorar la función suprarrenal.

Evita cualquier entrenamiento anaeróbico, incluido el trabajo con pesas y cualquier ejercicio que te haga subir las pulsaciones por encima del nivel aeróbico. Una vez que la función suprarrenal haya mejorado, puedes volver a realizar ejercicio anaeróbico, pero siempre manteniendo el equilibrio entre el ejercicio aeróbico y el anaeróbico.

Además de estos factores, hay otros hábitos diarios que vale la pena tener en cuenta:

  • Un masaje relajante puede ayudarte a rebajar los niveles de cortisol elevados. Evita los masajes que causan dolor, ya que podrían aumentar el estrés.
  • Dejar que la luz del sol te dé en la piel y en los párpados es importante para una óptima función suprarrenal y puede mejorarla en caso de disfunción. No mires al Sol directamente. Sólo con que pases cierto tiempo al aire libre, obtendrás suficiente fotoestimulación a través de la piel y los ojos. La luz natural y de amplio espectro del Sol mejora el funcionamiento cerebral y este influye en la función suprarrenal. Los cristales de las ventanas, las lentes de contacto y las gafas pueden desviar la parte estimulante del espectro luminoso del Sol. Si sueles pasar poco tiempo al Sol, o ninguno, sal a pasear durante la pausa del mediodía para obtener algo de luz natural (incluso en los días nublados).
  • Evalúa tus hábitos de sueño. ¿Estás durmiendo, por lo menos, de siete a ocho horas por la noche? Si no es así, puede que necesites dormir más. La fatiga suprarrenal aumenta la necesidad de descansar. Decide qué cambios necesitas introducir en tu rutina para asegurarte de que estás durmiendo lo suficiente.
  • Las últimas investigaciones demuestran que escuchar música agradable puede rebajar los niveles altos de cortisol. Ponte música en el coche, en el trabajo o en casa. Elige música que te guste y evita la radio, que está salpicada de anuncios y comentarios estresantes. Ponte la música que escuchabas en las épocas más relajadas y felices de tu vida.
  • Las distintas técnicas de meditación pueden combatir el estrés, sobre todo el biofeedback

 

Otras hormonas naturales

Las hormonas tienen un papel principal en tu bienestar físico, químico y mental. La clave para un óptimo funcionamiento hormonal está en el equilibrio; y aquí, la salud de las suprarrenales resulta primordial. Hay tres hormonas importantes (tanto para hombres como para mujeres), que fabrican ambos sexos: estrógenos, testosterona y progesterona. A medida que envejeces, y al aumentar el estrés, la producción de dichas hormonas disminuye. Esto ocurre sobre todo cuando el cortisol aumenta, pues este reduce la fabricación de DHEA y, por consiguiente, disminuyen los estrógenos, la testosterona y la progesterona.

Si crees que tus hormonas están mermando, lo primero que debes hacer es averiguarlo. Muchos profesionales de la salud realizan test de saliva. Reemplazar las hormonas naturales por versiones sintéticas constituye un asunto altamente polémico debido a los peligrosos efectos secundarios, por lo que no debería ser tu primera opción.

La disfunción suprarrenal debida al estrés es una de las principales causas de un amplio abanico de problemas de salud y forma física. Mejorar la función suprarrenal puede resolver, rápidamente, una multitud de síntomas habituales que reducen la calidad de vida de muchas personas.

 

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